domingo, 23 de octubre de 2011

¿Por qué discutimos?

Estamos en casa y tu hermano/a quiere poner una cadena determinada en la televisión a lo que tú, no estando de acuerdo te pones en tu lugar respondiendo que querías ver otra cosa. Y obviamente, se empieza a discutir.

Cuando cualquier persona escucha la palabra disputa, su pequeña “maquinita” le lleva a encadenar ese término con un enfrentamiento, una rivalidad o competición que normalmente (piensa la gente) que es agresiva. Pero no creo que la persona que puso esos siete fonemas al sustantivo disputa, piense o corrobore que ese significado es cierto. Es más, me atrevería a decir que discutirían por ello.
Y es que para mí, dos personas que entran en una discusión, son aquellas dos que han firmado un contrato de antemano. El contrato del respeto y compromiso por todas aquellas opiniones, ya sean buenas o malas o justificables o no. Cuando tú hablas con tu hermano/a sobre qué programa hay que ver entonces, los dos os intentáis poner en un pequeño mundo en el que tanto tú como él/ella podáis entender y coger, si os perece buena, las ideas mutuas, y acordar cuál programa podríais poner esa noche.  
Con todo esto quiero recalcar, que el significado de discutir es intercambiar puntos de vista, y las discusiones no tiene por qué ser de malas formas ni acaloradas, si no una lluvia de ideas que pueden estar contrapuestas o incluso en algunos momentos ser similares.

Basándome en estos pilares que cimentan mi opinión y dan peso a mi tesis, voy a proceder a desarrollarla con otras ideas.
Al igual que hay varios sistemas de comprehensión de la realidad, hay diferentes personalidades y temperamentos de ver las discusiones. Y con esto me voy a explicar. Me diréis que una discusión puede ser de dos tipos, las que están antedichas y las discusiones, que llamamos peleas.
En las peleas, como a todo el mundo le habrá pasado, os habréis topado con gente que siempre quiere llevar la razón, que nunca escucha a los demás y que a veces, le afloran los peores sentimientos que tiene dentro para decir su opinión, pero con un mal uso de su palabra. Y a esto, yo muy bien inculcada por mi madre, quiero apostillar que de todo el mundo se aprende. Que si no nos cerráramos al “charlar” y abriéramos la mente para ponernos en el lugar del otro, sería más fácil conocer a fondo a las personas. Como ya decimos todos “A buen entendedor pocas palabras”.

A medida que avanzo con este pequeño ensayo, y no es por ser egocéntrica, me gusta más mi opinión, aunque también me pregunto más y más cosas como, ¿Para qué discutimos?, ¿Es que acaso al discutir se lleva más razón?, ¿Por qué las terceras personas de una conversación, en vez de aclarar cosas o ayudar a tener una buena conversación, enzarzan más las peleas?, y otras tantas más que no he puesto por solidaridad hacia vuestra persona, para que no tengáis que leer demasiado.
Con respecto a la última pregunta, me gustaría decir una frase que dijo Albert Einstein que me parece curiosa y didáctica para todos, “Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: es la voluntad.” Os la he puesto porque creo que con voluntad las conversaciones, discusiones o peleas, como vosotros queráis llamarlas, se harán más amenas, educadas y respetuosas. Además dos no discuten si uno no quiere.



No hay comentarios:

Publicar un comentario