lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Sinceridad o falsedad?

Hay cosas que realmente en la vida uno tiene que preguntarse, y yo en este ensayo me cuestiono una y otra vez, qué es mejor la sinceridad o la falsedad, quiero decir, que es más correcto en nuestro pequeño camino, ser sincero o ser una pequeña sabandija mentirosa.
Me sale una sonrisa cada vez que escucho a la gente comentar, que es mejor vivir en un mundo considerado y sincero, que es más fácil afrontar los problemas con las miles y miles de verdades que forman nuestra larga e intensa vida y que seríamos más felices con ellas. ¿Es que acaso los mentirosos no son felices? ¿Es que la verdad es una medicina para sonreír un millón de veces al día? ¿A qué llamamos verdad y mentira? Para mí solo son conceptos en el aire, que no se pueden tocar, que no puedes culparlos ni cambiarlos. Y claro que un mentiroso es feliz, lo único que hace es transformar la verdad en completas falsedades de mayor o menor intensidad en las que luego ellos, no se ven implicados. ¿Entonces qué es lo mejor? Si todos sabemos que las verdades pueden ser también malas ¿Por qué queremos enfrentarnos a lo malo? ¿No sería mejor la mentira? Y si fuera mejor, por qué nos da miedo utilizarla. 
En verdad (y valga la redundancia), es que hay demasiadas preguntas para una persona con tan poca experiencia en la vida como soy yo. Pero el pequeño tramo y recorrido que he llevado hasta estos días, me cuenta que no nos gustan tanto como creemos las verdades, solo nos gustan las buenas verdades, ¿pero qué es una buena verdad?
No entiendo por qué la gente quiere que la verdad sea su compañera de viaje, si luego ni ella misma puede aceptarla.

Dicen que mentir es un pecado, pues sí soy pecadora y me resulta complicado decirlo, cuando no me considero así. Hoy en día la mayoría del mundo ha mentido en su vida, ya sea por ocultar secretos, por compasión, por amor, por miedo a la realidad, etc. ¿Todos somos pecadores? ¿Los políticos son pecadores? ¿Por qué nos mienten los políticos? No creo que una mentira sin maldad sea equivalente a un pecado.

-La verdad, un enunciado correcto y no falso. Un enunciado que suele ser bueno, que elimina problemas, que te hace ser más noble y más honrado, que en ocasiones puede ser malo e incluso desagradable, que puede conllevar efectos negativos o positivos.
-La mentira, palabras que se las lleva el viento, palabras sin razón, sin sitio en la amistad ni en las relaciones sociales, sin comprensión, pero que pueden ayudar a pasar malos tragos, que pueden ser buenas muy en el fondo, que tienen un sentido positivo en algunas situaciones y que actualmente y muy a nuestro pesar, las utilizamos como recurso con demasiada frecuencia.

La verdad y la mentira, se aplican a situaciones de las que no conocemos su origen. Con esto quiero decir que solo quién las aplica sabe la respuesta de cómo y por qué escogió una y no la otra opción.

En conclusión, no tengo conocimiento de cuál es y será por siempre, la mejor opción pero creo que el Mundo entero está en su derecho de elegir su propia opción entre estas palabras tan opuestas, asimilando las consecuencias y acciones que desencadenarán, como hemos estado haciendo hasta el año en el que vivimos.




jueves, 10 de noviembre de 2011

¿Por qué nos intimida hablar en el aula?

Recuerdo que una vez  tuve que salir a hacer una exposición oral de historia, me lo sabía fenomenal, tenía todo preparado, un esquema hecho para poder expresarme sin complicaciones, en fin, todo lo que alguien que se lo prepare pueda tener. Incluso podría decir que estaba segura, segura de mí misma, convencida de que lo iba a hacer sorprendentemente mejor que nadie, entonces fue cuando pasó, estaba subiendo las escaleras y como todo el mundo hablaba de eso mi corazón latió más fuerte y deprisa, nada fuera de lo normal, pero fue entrar en el aula y venirme abajo, pensar en que no iba a poder hacerlo, empezar a creerme inferior a los demás, pensar que se me iba a olvidar todo, que me iba a quedar en blanco, el final de la historia pensareis que fue bueno. Pues no, me quedé en blanco y todos mis temores se hicieron realidad.
Y es que ahora mirándolo desde lejos, desde otro punto de vista me empiezo a preguntar, por qué no lo hice como tenía que haberlo hecho, por qué los nervios pudieron conmigo, por qué me dejé arrastrar por el desasosiego que tenía y muy importante por qué el miedo me ganó ese pulso. Me hago todas esas preguntas porque mi situación era la siguiente: estaba frente a un grupo de chicos y chicas y que por suerte los conocía de toda mi vida (desde preescolar) con demasiada confianza, tanta que a veces daba asco, como se suele decir.
Y desde ese día reflexiono una y otra vez, ¿Qué hice?, ¿Un grupo de chicos conocidos y una chica segura de sí misma?, ¿Qué podría haber salido mal? Pues os lo diré ahora mismo. Los profesores dicen que nos enfrentemos al problema, que no ocurrirá nada, que no tengamos vergüenza ¡Vergüenza! Quién ha dicho que tengamos nosotros vergüenza, nosotros que somos los del S.XXI, que llegamos a un lugar desconocido y exploramos hasta averiguar todo o que cuando entramos en una discoteca podemos llegar a flirtear con alguien al que apenas hemos conocido. No señores, no tenemos vergüenza, tenemos miedo, pánico por fracasar, pánico porque los demás nos digan que lo hemos hecho mal, que tendríamos que haberlo hecho mejor, que no se nos ha entendido, y más y más cosas. Porque somos así de crueles, echamos a los demás por tierra sin ningún sentido, solo por quedar bien o por interés propio, sin darnos cuenta de que lo han hecho como han podido y que se han esforzado. Y es que a veces pienso que somos demasiado egocéntricos para convivir en sociedad. No digo que todo el mundo sea así pero creo que sí la mayoría.

No sólo por eso tenemos miedo a hablar en público. Quiero destacar que habrá gente a la que le cueste más o menos, pero eso depende de su personalidad y timidez.

Nos cuesta porque primeramente, nuestros padres, familiares o amigos con los que hemos ensayado el “discursito” nos piden dar todo de nosotros, llegar a un peldaño de la escalera de la honradez, por decirlo de algún modo, y a lo que quiero llegar es que no sólo ellos nos lo piden, nosotros mismos nos lo pedimos, nos ponemos obstáculos y barreras a alcanzar y a superar, pero aquí no acaba la cosa, si ya de por sí tienes el peso de tus familiares y tu propio tu queriendo que demuestres lo que eres y lo que vales, también tienes el del profesor que claramente y por motivos de educación y  aprendizaje te lo pone en un lugar muchísimo más alto de lo que tu esperabas. Pero nosotros que somos seres racionales, pensamos que queremos buena nota y que podemos. Y el destino como siempre es adverso a nuestros pensamientos, en el momento que cruzas la barrera de la puerta de tu clase, tienes nervios, el peso de todo lo antedicho está en tu cabeza en ese momento, toda la gente mirando en frente tuya esperando a que te equivoques o no, el profesor echándote un ojo para ponerte pegas (siempre quieren poner pegas aún sabiendo que lo intentamos hacer lo mejor posible), tú intentando recordar esos resúmenes anteriores que hiciste y lo bien que te lo sabías, la realidad, pues que no te sale bien.
Seguro que quién lea esto y sea adulto pensará que son bobadas, pero es porque no se ponen en nuestro lugar, en ese instante tú pierdes los nervios se te van las ideas y hay gente que incluso puede llegar a llorar, pero no porque no nos lo sepamos, si no por la impotencia que tenemos de llevar en nuestra pequeña mente todos los datos que he comentado, no porque tengamos vergüenza ni mucho menos.

En conclusión, ya se que tenemos mil pautas para poder hablar en público pero no las suficientes para que nosotros, los jóvenes de mi edad, podamos con tan poca experiencia de la vida enfrentarnos a un público tan crítico y a una situación tan inestable como es la de hablar en un aula.




martes, 1 de noviembre de 2011

¿Existe un modelo privilegiado de comprehensión de lo real?

Hay distintas formas de comprender lo real. Se puede conocer a través de ficciones, de interpretaciones, de modelos de comprensión, etc. Dentro de los modelos de comprensión, está la ciencia, el arte, la religión, la magia, el pensamiento mítico, la filosofía, los sueños, la música, la literatura y más con los que puede verse la realidad. Pero todos ellos tienen distintas maneras de interpretarla, porque tienen distintas capacidades, distintos estudios, distintas visiones, en general cada uno son distintos en sí. Por ejemplo mientras que la ciencia busca fenómenos científicos para enterarse de cómo se creo la Tierra, la religión cree que la Tierra la creó Dios.
Cada uno tiene sus propias linternas alumbrando. Habrá algunas de color rojo que vean menos que las de luz blanca, u otras que ni siquiera se puedan encender.
                                                 
No hay ningún tipo de modelo, hasta ahora mismo existente, que nos presente la auténtica realidad en la que vivimos. Porque la verdad es que no importa cuál es la mejor manera de ver la realidad, si no qué quieren coger cada uno de esos modelos. Cada uno alumbra con su linterna, ya sea eficiente o no, lo que quiere ver no todo aquello que pueda ser posible de observar.
Por ejemplo, en la religión no se busca respuestas lógicas, buscan milagros, se basan en un Dios y en todo su poder y en lo único en que se fijan es en la Biblia, Iglesia y en la Fe, olvidan lo científico, lo que a lo mejor, podíamos llamar real, (y en este apartado quiero decir que soy cristiana, creyente y practicante, pero también estoy abierta a otro tipo de teorías o como en este ensayo hago referencia, a otros tipos de comprehensión, de coger la realidad en la vivimos y darle un giro de 180º para poder ponerme al corriente de dónde estoy metida)
En cambio, la ciencia quiere llevar un método científico, no le interesa  respuestas irracionales porque se basa en la razón, en el estudio de ella, en la demostración y experimentación de todo aquello que quiera. La filosofía por poner otro ejemplo, es un saber acerca de la totalidad de las experiencias humanas, racional, radical, íntegra y crítica. Los sueños buscan las fantasías, la ficción, la utopía por la que viajar en algunos instantes de la noche, aunque a veces no sean recordadas.
Con todo esto quiero decir que la mejor manera de ver la realidad es la nuestra propia. Porque cada manera de comprensión, no te manipula, pero te incita a mirar para su lado, haciéndote creer que es la mejor opción.

De hecho para mí solo hay dos maneras para ver la realidad que engloba todos aquellos métodos y maneras que he antedicho. Una manera objetiva, o subjetiva, a partir de ese punto central en el que todos vivimos cada uno hace sus cavilaciones, sus cálculos, para vivir en su propia realidad ya sea optimista o pesimista. Y todos los modelos de comprensión como la ciencia, la religión, filosofía, etc, son facilidades o dificultades, a las que agarrarse en determinados momentos.
Debo decir también, que la frase que dijo una vez un filósofo de “Pienso luego existo” me hizo reflexionar que los humanos tenemos dos pasos para ver la realidad: el primero es el que captamos con nuestros sentidos y el segundo, es el que captamos con la razón y la imaginación.